sábado, 7 de agosto de 2010

Adiós al uribismo y al uribito mayor.

Ya se cumplieron ocho años en que los detractores del ya casi ex presidente Álvaro Uribe se posesionó. Ocho años atrás comenzó la era del trabajar, trabajar y trabajar, con referendo fracasado incluído y atentado fallido muy pero muy lejos del lugar donde se imponía la banda tricolor al hombre del corazón blando. Y después de ocho años ya sé que es lo que no voy a extrañar.

No voy a extrañar las peleas de gallos contra el presidente de Chamozuela, ni el alborote de plumas del presidente de la camisa hedionda y menos la posición de dama herida del presidente de aquel país sin mar; tal vez la camisa abierta hasta el quinto botón y la cara de borracho de ese presidente de donde yo me enamoré, esa creo que sí.

Tampoco voy a extrañar a los detractores del mandatario que sólo les faltó tomar una fotografía del mismo y dibujarle cachitos, bigote y pecas. La señora del huevo, que desperdició un desayuno nada tenía que envidiarla al moreno de caro, y las canciones que se mofaban de su empleo exagerado de diminutivos. Y ni hablar de los anti-uribistas que decían defender el país pero no por eso renunciaron a sus pensiones escandalosas ni a sus cargos para los que nunca estuvieron preparados y se aferraron con pezuñas y colmillitos a unos cargos que en su mayoría no saben ejercer ( por si no queda claro o se presta a libres interpretaciones, me refiero al gremio de los maestros y docentes agremiados ).

No existe manera de que extrañe el único programa con rating que tuvo la televisión institucional porque siempre encontré algún programa mejor que ver los sábados de ocho de la mañana a cuatro de la tarde. Y creánme que menos, el hecho de que un señor enano, aseñorado, con voz de montañero y en general del promedio nacional, fuera visto como un hombre atractivo, algo así como un guerrero griego o troyano.

Creo que no voy a extrañar nada porque de lo bueno o malo que hizo o dejó de hacer apenas si me enteré porque una que otra vez en una cafetería o en una sala de espera pude ver un noticiero o leer la revista quincena. Ocho años en que estuve muy desinformado de la cosa política y que me acreditaron para creer con inmensurable convicción que un candidato liberal sin carisma era la mejor opción para tomar las riendas del país.

Toca esperar cuatro u ocho años más para saber si del presidente Santos llegue a tener algo digno de extrañar.

lunes, 2 de agosto de 2010

Gracias 24: Los siete mejores días de mi vida

Desde que empecé a ver 24 comprendí la importancia de esperar un año sólo para vivir un día. Recuerdo que fue un martes por la noche mientras conversaba por teléfono que por error empecé a ver la serie y tuve que colgar la llamada para atender a lo que es el mejor programa de televisión que he visto, y créanme si les digo que he visto mucha televisión.

Jack Bauer, el hombre que sufre asumiendo el rol de hacer lo que sea necesario para conseguir que se haga lo correcto. Cada temporada, al final de cada día, debía volverse a sacrificar y huir como fugitivo después de salvar a su país. En otro momento me referiré al capítulo final, hoy sólo quiero agradecer por la posibilidad que tuve de vivir cada día de Bauer, de esperarlo cada año, de alargar mi hora de dormir por revivir mentalmente una y otra vez cada minuto de sus capítulos en tiempo real, de soportar la tentación para leer los spoilers pese a que el sonido de la cuenta regresiva que marcaba cada final de hora me hacía morderme la uñas por saber qué iba a pasar...

En fin, la gratitud, la alegría y la tristeza ni las puedo describir. Ya no sé que debo esperar para el 2011 ni quiero saberlo, sin 24 no será lo mismo.

Si, un buen final, acorde a todo lo que fue la serie. A veces los héroes deben ser villanos y huir porque saben que su misión no ha terminado. Creí que el héroe moriría y me preparé para verlo caer, pero Jack Bauer es demasiado grande para y en exceso necesario para terminar su legado mirando al cielo en señal de gratitud, él debe seguir, debe ser inmortal porque representa todo lo que es necesario y correcto en un mundo lleno de temor y de egoísmo.

Me iré a dormir en dos horas, más o menos, y mañana continuaré digiriendo el octavo día. Pero, y no me dejo de recordar este pero, GRACIAS a 24 por acompañarme estos siete años.